lunes, 27 de mayo de 2013

CRÓNICA LOS 10000 DEL SOPLAO EN BTT 2013

Después de un parón en el blog debido a falta de tiempo entre la familia, el trabajo y los entrenamientos para esta prueba de locos, me digno a hacer una crónica para todos los que seguís la página. Dar las gracias a los comentarios de ánimo y la insistencia de saber de mi, pero como digo, no siempre sacaba un hueco para poder escribir. Jamás pensé que esto lo seguiría tanta gente. Gracias.
Tras un largo viaje desde Valencia, y  haber pasado una semana de locos por diferentes motivos laborales, personales y de salud, nos presentamos en un pueblo muy pintoresco y cercano a Cabezón de la Sal.  La estampa de los verdes prados y las altas montañas, junto a la lluvia que no cesó durante todo el trayecto junto al frío, barruntaba una dura carrera, una guerra psicológica que no debía permitir me achicara ni mucho menos. La faena ya estaba hecha, ahora solo tocaba tirarse" la manta al coll " como se dice por las Valencias y hacer lo que buenamente se pudiera y el azar nos dejara. Junto con mi amigo y compañero de trabajo Guti, su mujer y mi familia, pasamos un divertido viaje. Había que tomarse esta "panzá" de kilómetros como mejor se pudiera, y como buen ser humano, no hay mejor forma que ahogar las penas llenando el estómago. Utilizamos el viaje para hacer gastro-ciclo-turismo, una modalidad que seguro no he inventado yo. No debíamos ser egoístas, y a pesar de estar a punto de pasar la prueba de fuego, y para la que hay que concienciarse y no fallar nutricionalmente los días previos, había que probar la famosa cocina del terreno y disfrutar todos.
Ya en el día previo, y tras arrastrar el constipado más fuerte del año sin duda (no son excusas) tanto entreno las semanas anteriores me había bajado seguramente el sistema inmunológico, dejándolo fuera de juego. Con la botella de agua en una mano desde que me desperté el viernes, y en la otra el pañuelo moquero, afrontamos lo mejor de una carrera de este tipo, sobre todo el día previo; la comida, ya que la carga de hidratos a de ser contundente. No voy a hablar de la semana previa, que se hará muy largo, pero comentar que es necesario hidratarse bien, comer mucha fruta, verdura, y a pesar de ser algo muy personal (hay quien lo hace y hay quien no) saber que días debes hacer un reposo de hidratos para llenar los depósitos desde abajo, pero sin hacer locuras. En mi caso lo hice lunes y martes, en la semana de la carrera.
Ya en la noche del viernes, y digo noche a las 18 horas de la tarde, que el despertador sonaría a  las 5:00  de la madrugada y debíamos cenar, reposar y dormir un mínimo de 8 horas, porque un mal descanso podría tirar por tierra el trabajo de todo el año, sería fundamental. La posada que utilizamos para hospedarnos estaba acostumbrada a albergar peregrinos hambrientos, ya que estaba en un tramo del famoso camino de Santiago, y no nos resultó difícil explicar lo que queríamos cenar. En mi caso, el menú se compuso de un trocito de solomillo con cuatro patatas al horno y un tazón de arroz con leche para culminar la fiesta.

Al terminar de cenar, revisamos por última vez las bicicletas, y nos preparamos para descansar.
 Añadir, que en ocasiones el destino es caprichoso, y tras llevar más tres temporadas mi antigua bicicleta y más de siete meses en venta, una semana antes a la prueba, vino un chico y se la llevo... jaja a nueve días de la carrera estaba sin bici... bueno, conseguí salir del paso. Culebras Bike, el equipo con el que corro este año, me aseguró que estaría a tiempo y así fue. Dejaría atrás el mundo de las 26 pulgadas y como buen consumidor, caería en la tentación de las 29 pulgadas (lo siento amigo Pepe, no pude vencer la tentación de saber de ellas). En concreto una Scott Scale 20, bien montadita, pero sin tonterias. Tenía el tiempo justo de ir a mi amigo David  Biocicling (biomecánico) y me ajustara la bici. Añadir que son unos máquinas tanto el como su socio y unos grandes profesionales. Como dice Yago Alcalde, primero el examen biomecánico, luego la bici. Ya iba sobre seguro y conocía mis medidas por exámenes anteriores de ellos mismos, por lo que me resultó muy fácil escoger la talla adecuada y el cuadro que mejor se acoplara a mi. Con la bici a punto, tuve la posibilidad de hacer dos rutas largas para probar sensaciones y medidas antes Del Soplao, no era lo más acertado, pero no había otra opción. La bici como un guante, nos ajustamos perfectamente, de las sensaciones y cambios de pulgadas, hablaré en otro momento, es un tema largo y tendido.

Tempranito y descansado, descargo una buena cantidad de mocos y me cito con mi amigo Guti en la sala de la Posada, donde nos habían amablemente dejado preparado el desayuno. Con todos los bártulos en la mochila, la cual debía tener de todo menos peso jeje, nos dirigimos a Cabezón de la Sal, un pueblo montañés que se desvive por la prueba. Si yo fuera de ese pueblo también lo haría, miles de deportistas tanto ciclista,s como corredores llenaban las calles, los locales de hostelería y las habitaciones de casi toda la comarca; el día de la carrera, es poco más que el día de fiesta local. Para que os hagáis una idea, la fuente principal del pueblo es una mountainbike gigante de madera jaja, eso me chocó.
La estrategia estaba clara, debíamos estar a buena hora para pillar un sitio lógico, habían casi cinco mil inscritos, por lo que los tapones estaban asegurados. Para pillar sitio, llegamos a las seis y media de la mañana, temprano ¿verdad?, pues teniendo en cuenta que se salía a las ocho en punto, si, pero habían ya unas quinientas personas que habían madrugado más. El que no corre vuela!.
La maravillosa organización de la prueba supo amenizar la espera, el tiempo estaba regular, muy nublado, pero solo goteaba de forma débil y casi sin fuerza de manera intermitente. Giraba la cabeza a derecha e izquierda y solo veía galgos. Sergio, estas como un tonel jaja, esta gente no come o que? cinco mil de desnivel acumulado multiplicado por ochenta y un kilos... mejor no revelamos el resultado. En serio, la gente finísima, menos mal que de apariencia solo se puede vivir un rato.
Empieza la cuenta atrás, la organización elige una canción muy agresiva de ACDC (creo) que sin pedalear hace escale el pulso a las tres cifras. Abrazo de fuerza a Guti, nos deseamos suerte y a tope! Desde que sale el primero tardaría unos cuatro minutos en pasar por el arco de salida, empiezo a culebrear y todo era adelantar posiciones, mi objetivo era no gastar demasiado en los primeros kilómetros, pero quedar lo más adelante posible. En cuestión de diez minutos, y hasta la primera subida, me consigo colocar entre los cien primeros (más menos). Las piernas me responden y parece que el constipado me deja respirar bien. Hasta La Cocina se pasa fácil, no pillé tapones, solo aglomeraciones, pero que no me hicieron parar. Metido en el grupo y con fuerzas, me siento tan bien que me da miedo. El pulso sube fácil y el tiempo respeta, que más puedo pedir. Debía buscar alicientes que no me hicieran pensar en lo que me quedaba.
Nos acercamos al primer puerto del día, el puerto del Soplao. No era el más duro ni mucho menos, pero serviría para poner a cada uno en su sitio. Busco mi umbral y comienzo la ascensión. Fue un ascenso fácil, sin problemas técnicos ni de porcentajes elevados, pero que ya empezaba a augurar que iba a ser duro. Al ser pollete, paro en el primer avituallamiento. Relleno los bidones que casi estaban llenos y vuelvo de nuevo a la carga. Un fallo de estrategia. Me daba miedo no parar, pero desde luego no era necesario, no para casi nadie de mi grupo en este primer puesto de avituallamiento y me adelanta mucha gente. Para los que os guste la formula uno, es algo parecido. Empieza el primer descenso, y sin duda el más complicado. Era una bajada con un barro deslizante impresionante, de hecho había gente bajada de la bicicleta. Los carreteros no están acostumbrados a esos "fregaos", por suerte es un terreno que domino y recupero muchos puestos en esa bajada, la cual se hacía lo peligrosa que cada uno la quisiera. Pasamos el Monte A sin anécdotas que contar, y empieza el verdadero Soplao!.
El tiempo estaba que ni fu ni fa y el chubasquero lo llevaba puesto, me daba palo quitármelo ya que podría empezar a llover en cualquier momento, por lo que decidí abrírmelo y dejarlo puesto para la primera ascensión seria del día, la del Moral. Antes del ascenso me encuentro con otro avituallamiento y decido volver a parar, preferí pecar de previsor. Llevaba cincuenta kilómetros en las piernas y de momento me sentía muy bien, pero ya había cometido varios errores que ahora me pasarían factura. En el bidón llevaba hidratos, pero aun no había comido casi nada solido, entre los nervios de posicionarme, de buscar un buen ritmo y de saber que me quedaban muchos kilómetros, había olvidado comer y ya llevaba dos horas de ruta! Era la primera carrera de fondo que hacía en mi vida. Dios!, es de libro, lo se! pero los nervios me jugaron una mala pasada. Fue a mitad de puerto cuando empecé a sentir que el pulso ya no me subía con tanta soltura, pasar de 160 pulsaciones se hacía un infierno y me empezaron a venir a la cabeza mil cuestiones. Saqué un gel y me bebí un buen trago del bidón de hidratos. El hombre del mazo se paseó por delante de mis narices casi sin darme cuenta. Por no ingerir mucho de golpe, pensé que el gel me serviría para coronar y después empezar a meter algo más solido poco a poco, como barritas, plátanos... En el puerto del Moral perdí posiciones, desde el aviso de pájara, volví a ser prudente y coroné sin pena ni gloria. Tras un rapidísimo descenso, me acercaba a otro avituallamiento líquido, solido y mecánico. En este si que había gente parada, el barro empezaba a friccionar y esta parada era obligatoria.
Tras volver a comer y la grandiosa organización ponerme a punto la bici, vuelvo a coger aire y con el de nuevo la bicicleta. Ahora toca afrontar el peor puerto del día para mi físico, que no el más malo o duro, las rampas empiezan a sorprenderme por las piernas, el pulso veo que no se recupera, y rebuznando como un burro subo muy muy mal, todo era perder posiciones y eso ya pasa factura psicológica. El puerto fue muy largo, el ascenso estaría próximo a las dos horas y fue al final del puerto cuando de nuevo empiezo a notar mejoría, las pulsaciones vuelven a subir lentamente y el acoro mental va desapareciendo. Tener un golpe de aliento en la parte final de un puerto tan largo, es una maravilla, ya que adelantas posiciones y olvidas los últimos angustiosos metros, coronar el Alto de la Cruz de Fuentes, fue uno de mis mejores momentos como deportista hasta la fecha. Es como marcar un gol antes de ir al descanso... pues más menos. Al hacer el descenso, el más rápido sin duda, con una máxima de 78 Km/h, pasaba la barrera psicológica de los cien kilómetros, y esta vez más fuerte que nunca de mollera. Sabía que lo podía hacer, y que salvado el amago de pájara, ahora solo podrían dar por saco los fuertes calambres que poco a poco iban amainando. Vuelta a ascender, ahora tocaba el pico de Ozcava, para mentalizarme, sabía que este no era largo, pero si duro, muy duro. Las rampas máximas en el GPS me llegaron a marcar en algunos repechos el 30%, pero lo más duro era hacer quinientos metros seguidos con desniveles del 25%, la gente se agolpaba en los lugares más duros, y como si de un corredor profesional me tratara, se iban abriendo paso a mi estela. Es una de las vivencias más bonitas, de verdad. Gritos de ánimo, palmadas en la espalda y algún empujón (siempre hacia arriba) que a pesar de no ser muy deportivo, se agradecía en esos momentos. Fue entonces cuando un señor me cantó que iba en la posición ciento sesenta y uno. Las buenas sensaciones se estabilizan, con tal palizón en las piernas ya te queda poco para pensar. Coronado Ozcava, cada vez más cerca, ya me pensaba que iba a ser coser y cantar. Bien, pues NO. Quedaba el momento más duro del día, sin lugar a dudas, un puerto nuevo, que la organización tachó de suicida, con tantos kilómetros sobre las piernas, hacer esa barbaridad me supuso un gasto muy grande, subir NEGREO y lo pongo en mayúsculas, ya que no fue para menos. Tras la larga bajada de Ozcava, me topo con otro avituallamiento. Había llenado bidones al coronar el último puerto, pero veo que la gente se agolpa en este avituallamiento, como dicen por aquí, por algo será!. Bien, sin bajarme de la bici, provisioné membrillo, algún platano y un par de palmadas en la espalda de un organizador, quien me grito al oído, da todo lo que puedas que ya no te queda nada, vas sobre el ciento setenta!. Bufff, ya me conocía esos ánimos, desde el kilómetro ochenta me lo venían cantando ya.
Comienza una ascensión más propia de los ciclistas de MTB que de los carreteros. Se caracterizaba por sus duros repechos y sus zonas de piedra rota, lo que te obligaba a trazar bien, y buscar siempre el hueco donde meter la rueda. La velocidad era poco más que ir caminando, 4, 5 o 6 en su máximo, kilómetros hora. Como ejemplo pongo, que desde el kilómetro 136 hasta el 141, un servidor, sin poner pie en tierra, tardó una hora y quince minutos. Una hora y quince minutos para hacer cinco kilómetros! Llegué muy muy justo, no paraba de repetir la frase de puto infierno Cántabro una y otra vez. Bien, al coronar, me propuse parar unos segundos y mirar el entorno, estaba en una de las cumbres más altas del día, había dejado el infierno y había encontrado el cielo, la vegetación era escasa, solo verdes prados y monte bajo, muy bajo. Aunque solo fuera por unos segundos, pude retener esa bonita imagen que me guardo para mi y dejar a un lado el sufrimiento que la jornada me estaba dejando. Respiré profundo, miré el Garmin y ya podía ver el kilómetro ciento treinta y cinco. Vuelvo a bajar, y es cuando me creo que ya ha terminado todo, que es todo desnivel del bueno, del que baja. Pues... el problema ahora no iban a ser las subidas, que aun así, y no se de donde salieron, volví a subir un par de rampones cojonudos. Al coronar y pasar a la otra parte de la montaña, se levanta un fuerte aire, muy fuerte. Hace mucho frío, el termómetro del  dispositivo me marca menos uno y el viento corta lo que roza, comienza a llover. Comienza el descenso, que se hace muy peligroso, una racha de viento está casi a punto de sacarme del camino y la mezcla de aire y agua, nunca fue buena. La bajada, que debía ser para recuperar, se hace una odisea, pero logro bajar. Se abre el tiempo, y luce el sol, esto es de locos. Pasamos por una pequeña aldea, donde los lugareños salen a recibirnos, y un señor muy mayor me dice que tenga cuidado con un camino, que tiene mucho barro. No me engañó, la organización nos guardaba el último regalo del día, ahora si que la hemos liado. Por unos instantes, pensé que me había equivocado de camino. Era una zona, que pienso debía ser una cañada o algo parecido. Un camino de poco más de un metro, lleno de piedras, barro, mierda, mierda y más mierda. Estaba lleno de mierda de cabra, baca, ovejo o yo que se. Ir sobre la bici, era casi imposible, se hacía muy difícil. Por lo que, con la bici a cuestas, y de la misma forma que el resto de participantes, decidimos tomárnoslo a guasa y reírnos de la situación. Era una escena para fotografiar, de verdad. En el kilómetro ciento cincuenta, con la bicicleta al hombro y con el barro por encima de los tobillos. El Infierno Cántabro se convirtió en la Pocilga Cántabra. Me hubiera gustado ver a los primeros pasar por allí jaja que cara de tontos se les quedaría.
Terminado este paso, ahora si que sería un paseo hasta meta. Todo un llano, con un pelo de desnivel negativo. Al montar de nuevo en la bici, tras la caminata, las piernas me vuelven a avisar con fuertes calambres, y descubro que de la única forma que me los consigo quitar, es pedaleando más fuerte. Parece una paradoja, pero es así. Me vuelvo a enchufar un gel, y afronto los últimos diez kilómetros. Cambiamos los caminos por la carretera, y el cuerpo empieza a deducir que el objetivo se acerca, que estoy a punto de terminar El Soplao. Tanta emoción me hace olvidar el dolor y lo penado hasta el momento, me pega un subidón el cuerpo y empiezo a llanear como si acabara de empezar. La media en los últimos siete kilómetros fue de 44 Km/h, me sentía pletórico. El cuerpo no hay quien lo entienda. Iba pillando a grupos y solo un chico me pasó un relevo, la gente ya no estaba para tonterías, pero mira, por lo visto guardé demasiado y la reserva había que gastarla. Llegamos a meta, y aun me la juego a sprint con dos chicos. Competitivo hasta el final, ya no era el resultado, sino la emoción de ver a tanta gente gritando y mezclándonos poco a poco con los valientes de la Ultramaratón, fue un momento muy emotivo y difícil de olvidar.
Nueve horas y treinta minutos marcó el reloj de meta. Hasta hoy no han salido las clasificaciones definitivas con los pasos por puntos, ya que terminar la prueba entera, y según la organización, no lo hizo más de doscientas personas, ya que por mal tiempo cerraron el puerto de Cruz de Fuentes y solo lo subió el primer grupo. Por suerte, pude estar ahí y hoy puedo contar que llevo un Soplao a mis espaldas. Una experiencia inolvidable, y un resultado, que no está nada mal, para una prueba que no es mi fuerte (la escalada pura). Si volviera otro año, ya me encargaría de cambiar la estrategia, y solo haciendo un par de cambios, con el mismo nivel físico, seguro que se puede bajar hasta media hora. Finalmente entré en el puesto 149, pero me llevo desde luego, la experiencia deportiva más bonita de mi vida, sobre todo, cuando llegas a meta exhausto y puedes ver a las dos personas que más quieres, gritando de alegría, aplaudiendo y valorando el esfuerzo hecho durante todo el año, ya que la prueba no dura nueve horas y media, sino muchos meses de planificación. Mil gracias por aguantar El Soplao conmigo, ya que de una forma u otra, tu también has sufrido los entrenamientos de El Infierno Cántabro. Gracias.
Mi amigo Guti, con quien llevaba viviendo el Soplao muchos meses, pudo terminar sin problemas esta dura prueba, aguanta más que un pez bajo el agua, y nunca mejor dicho, ya que por lo visto, el se mojó mucho más que yo, cosa que lo hace si cabe más meritorio.
Dar las gracias a todos, y espero seguir contando anécdotas hasta que me lo permita el cuerpo, y sea entonces cuando me dedique a contar las vividas.
Dar las gracias a Miquel (mister), por ayudarme a planificar esta prueba y animarme en los momentos más duros.
P.D: ves recogiendo vatios, que se quedaron muchos por el camino jeje.
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